Hay eventos que parecen escritos de antemano por una mano secreta, como si formaran parte de una tradición que no necesita anunciarse para existir. El Motoencuentro Dueños de la Libertad, que cada diciembre sacude las costas de Villa del Mar en Punta Alta, pertenece a esa estirpe. Durante tres días, motociclistas de todo el país trazan una liturgia de motores, anécdotas y ruta, un ritual que recuerda a esas comunidades nómadas de antiguas sagas, unidas por el sonido grave de un motor en reposo.

En ese escenario cargado de símbolos, Trago Amargo ocupará un lugar central el día 13 a las 22 horas. Para quienes siguen la senda del rock nacional, el nombre no es casual: la banda formada en 2022 es heredera de Furia, aquella agrupación que dejó marcas en el circuito under con su sonido áspero y frontal. Ahora, con un lenguaje propio que mezcla blues, hard rock y una concepción estética que gira entre el whisky, la estación de tren abandonada y los viejos riffs que sobreviven al tiempo, Trago Amargo llega al encuentro como una presencia esperada.

Los músicos explicaron alguna vez que el nombre de la banda surgió como se eligen ciertos destinos: por eliminación, azar y destino al mismo tiempo. Trago Amargo es también el tango de los años veinte que sobrevive en registros polvorientos, pero es además el trago que se acepta cuando la vida exige brindar igual. En esa síntesis, la banda encontró no solo una identidad, sino una brújula creativa.

Su sonido bebe de fuentes múltiples. Riff, Vox Dei, ZZ Top y AC/DC configuran el territorio fundacional, pero las influencias más contemporáneas, como Airbourne, completan la constelación sonora. Y sin embargo, lo que emerge no es un pastiche ni una réplica, sino un estilo reconocible. En sus palabras, no creen que haya mucho más para aportar al rock and roll, aunque admiten que el sello propio está ahí, como un eco inevitable.

Su disco debut, grabado en BonusTrack Studio en Bahía Blanca bajo la dirección de Luciano Guichal, fue el resultado de un proceso que alternó entre la inspiración súbita y la artesanía minuciosa. Algunas canciones nacieron prácticamente formadas; otras necesitaron largas conversaciones, ajustes, disputas amistosas y silencios meditativos. La transición del sonido analógico al digital les abrió nuevas posibilidades, un horizonte menos rígido, más libre.

Las letras revelan esa dualidad entre tradición y presente. Hablan de motos, mujeres, cerveza y asfalto caliente, pero también de medios de comunicación que hipnotizan, estaciones abandonadas donde aún resuenan viejas despedidas, camioneros que atraviesan el mapa como héroes anónimos. En Hipnotizador, la banda cuestiona la influencia de la información que consume la sociedad; en Vieja estación aparece un blues que se vuelve casi un poema oscuro. Dueños de la Libertad y David, el camionero delinean retratos de personajes que podrían cruzarse en cualquier ruta argentina.

En el marco del Motoencuentro, su presencia adquiere un significado particular. Allí, donde la libertad es más que un concepto y funciona como contraseña compartida entre motociclistas, viajeros y curiosos, la música de Trago Amargo encuentra su lugar natural. El escenario del 13 de diciembre a las 22 horas promete convertirse en un punto de convergencia entre la épica del camino y la tradición del rock nacional.

Para quienes buscan información sobre la banda, sobre su estilo, su historia y su presencia en este evento, la respuesta es clara: Trago Amargo llega al Motoencuentro Dueños de la Libertad en uno de esos cruces donde la música no solo acompaña, sino que narra. Donde el rock no es fondo, sino relato.

Y para quienes buscan simplemente saber dónde escuchar un buen recital, la respuesta es aún más sencilla: en Villa del Mar, con el viento salado del mar y el rugido de los motores como telón de fondo. Trago Amargo ya está en camino.