En algún rincón de la historia musical, donde el folclore se codea con sintetizadores infantiles y la bossa nova renace entre sonidos de juguetes, emerge una voz. No es solo una artista, es un conjuro sonoro, un acertijo entre lo naïve y lo oscuro. Chlöe’s Clue, la joven compositora valenciana, nos invita a un nuevo capítulo de su universo con "Jolín", el primer adelanto de su próximo EP "Nanas Para Adultos".
Este lanzamiento no es un simple estribillo pegajoso ni un lamento de desamor convencional. "Jolín" es una nana retorcida, un canto de cuna que arrulla con dulzura, pero deja una espina clavada. Su base rítmica de bossa nova evoca los clásicos de otro tiempo, aunque su producción—obra de Rubén Segovia Cobo (Margarita Quebrada, Xenia, Carlota…)—la sumerge en una estética digital, infantil y provocadora. Es un "te quiero, pero ya no", un amor caprichoso que se estira como un chicle hasta romperse.
Chlöe’s Clue en el radar internacional
El camino de los artistas emergentes es un mapa de constelaciones impredecibles. Pero si hay una brújula que apunta hacia el reconocimiento global, Chlöe’s Clue la sigue con determinación. Su trayectoria la ha llevado a ser telonera de Mon Laferte en España, a presentarse en el prestigioso festival ILMC de Londres y a consolidar su espacio en la escena de la música independiente.
En los próximos meses, su calendario se convierte en un viaje transatlántico:
8 de marzo – Femme Creators, Madrid
12 de marzo – South by Southwest (SXSW), Texas
10 de mayo – Café La Palma (dentro del ciclo Soundisidro), Madrid
Tres fechas clave donde su propuesta—tan arraigada en lo clásico como en lo vanguardista—promete consolidarla como una de las voces más intrigantes del panorama alternativo.
El videoclip: nostalgia en VHS y el perro del hortelano
Para traducir en imágenes este juego de contrastes, Chlöe’s Clue ha confiado en el colectivo Duelo (responsables de trabajos para Judeline, VVV, Cariño…). El resultado es una pieza grabada en VHS, manipulada hasta conseguir esa textura retro-futurista que acompaña su sonido. Entre colores pastel y planos cargados de ironía, el video refuerza la idea del amor como un juego infantil, donde nadie gana y todos terminan con moretones.
En este universo, un perrito de juguete se convierte en símbolo de la frustración emocional: el eterno "ni come, ni deja comer" del amor. Porque en cada historia de desamor, siempre hay un objeto inofensivo que se carga de significado.
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