Hay discos que no sólo se escuchan; se caminan como quien recorre las callejuelas secretas de su propia ciudad. En Gato Negro, el tercer álbum de Javi Medina, el artista madrileño nos invita a adentrarnos en un mapa íntimo donde las guitarras dialogan con los recuerdos y la memoria de un Leganés que nunca dejó de ser el centro del mundo.
Desde su irrupción con Aldeskuido en aquel 2009 de escenarios sudados y discos en listas de ventas, Javi supo que la música no era sólo un oficio, sino una forma de enfrentarse a la vida. Ahora, con Gato Negro, reafirma su voz, ya no como aquel joven que bailaba con quien lo trajo al baile, sino como un cronista de su propio viaje, ese que empezó a los 16 años con la guitarra como confidente de juergas y penas.
Gato Negro —disponible desde el 21 de marzo— no es un título elegido al azar. En la tradición de los símbolos, el gato negro siempre ha sido augurio y misterio. Aquí es ambos. Es un disco de encuentros: con la tierra, con las raíces y con las nuevas sonoridades que Medina acaricia con respeto y osadía. Un recorrido musical donde las cuerdas del flamenco se enredan con ritmos pop y melodías que saben a sur y a madrugada.
Este álbum no camina solo. A su lado, Javi convoca a voces que ya lo han acompañado en su consagración como uno de los nombres imprescindibles de la nueva escena. Acumula en su historia cuatro singles de oro que son, más que premios, capítulos de un libro sonoro: Me La Llevo junto a Salistre, Sale el Sol en el Bajo A con Duende Callejero, Besos como Puñales con Maca y Amor y Muerte junto a El Canijo de Jerez. A cada uno le puso la piel y el alma, como si en cada verso le fuera la vida.
Meses atrás, Medina abrió el telón de Gato Negro con una serie de adelantos que hicieron temblar el suelo de su leal fanaticada: Abriles, Yo Que Sé, Loco Contigo y Gitana. Canciones que no sólo prepararon el terreno, sino que dejaron claro que este tercer trabajo no venía a repetir fórmulas. Pero fue Pinceles, su delicada balada pop con toques flamencos junto a Camilo, la que le abrió de par en par las puertas de Latinoamérica, como si el disco también hubiera cruzado el Atlántico buscando nuevos paisajes para su voz.
Lejos de la frialdad de las cifras y las modas pasajeras, Gato Negro se presenta como una obra que escarba en lo más hondo. Cada canción es un relato, una postal sonora de un lugar o un instante que ha marcado a su autor. Medina no canta por cantar: narra, describe, se detiene en los detalles que otros pasan por alto. Y en ese ejercicio casi borgeano de entretejer tiempos y espacios, construye un disco que es tanto un homenaje a Madrid como una carta de amor a todo lo vivido.
Pero lo mejor está por venir. Este lanzamiento no se queda en el estudio: se desbordará en un tour nacional que promete noches memorables en escenarios como La Riviera de Madrid y Razzmatazz en Barcelona. Porque las canciones de Javi Medina - Gato Negro nacieron para ser escuchadas, pero sobre todo para ser vividas.
En un tiempo donde la música se consume a golpe de scroll, Medina nos recuerda que todavía hay discos que valen la pena ser escuchados de principio a fin. Y que algunos gatos negros no traen mala suerte: traen canciones.