Una banda no es solo un conjunto de músicos: es un artefacto cultural, un espejo quebrado donde se refractan las pulsiones de una época. Habría escrito Borges si hubiera transitado por los arrabales virtuales de la Argentina libertaria de 2025. Y en ese espejo, Las Manos de Filippi no son reflejo, sino grieta, cuchillo, esquirla. Hoy, más de tres décadas después de lanzar "Sr. Cobranza", el grito sigue igual de potente, pero ahora apunta directo al corazón de un presente que huele a gas lacrimógeno y retórica libertaria.
Un ministro, una confusión y el peso de la memoria rockera
El calendario marcaba marzo de 2025 cuando Federico Sturzenegger, flamante ministro de desregulaciones y vocero involuntario del absurdo, intentó enredarse en las aguas turbias del rock nacional. A través de la red social X (ex Twitter), quiso defender la polémica desregulación de los derechos de autor en Argentina con una cita fallida.
El economista posteó un fragmento de "Sr. Cobranza", atribuyéndoselo a Bersuit Vergarabat. Error garrafal: cualquier parroquiano del rock argentino sabe que esa canción, símbolo de la denuncia social, fue escrita y compuesta por Las Manos de Filippi, quienes rápidamente lo dejaron en ridículo público.
No fue solo un desliz anecdótico. Fue la prueba palpable de que el poder no entiende, ni quiere entender, de memorias populares ni de quién empuña la palabra en el canto. Las Manos, coherentes como siempre, no solo respondieron con ironía filosa, sino que redoblaron la apuesta artística y política.
Belliboni, el humo y la militancia sonora
En abril, la banda liderada por Cabra de Vega presentó "Chiquito Belliboni", una nueva canción que, como un manifiesto sonoro, rinde homenaje al dirigente del Polo Obrero, Eduardo Belliboni. La canción, grabada en abril de este año con producción de Gabriel Kerman y Karim Benegas, nuevas manos jóvenes que refrescan la potencia combativa del grupo, no es solo un tema: es una consigna, un grito, una denuncia.
Y por si fuera poco, febrero los había visto colaborar con Nahuel Briones en "Humo", una sátira agogó punk que desnudó, con sarcasmo brutal, las trampas discursivas del gobierno de Javier Milei. En Niceto Club, esa alianza fue celebrada por una audiencia hambrienta de catarsis colectiva. El personaje que "compra humo" no es otro que el ciudadano anestesiado por redes y televisión, cómplice involuntario del ajuste y la represión.
Las calles, la fábrica y el escenario: la trinchera cultural sigue en pie
Pero Las Manos de Filippi no habitan solo el escenario o la plataforma digital. Su militancia tiene cuerpo, pies, sudor. Así lo demostrarán el próximo 7 de septiembre en el festival por el 5º aniversario de la gestión obrera en MadyGraf. Allí compartirán cartel con Cadena Perpetua en una jornada que, más allá de la música, será otra barricada cultural contra el ajuste, los despidos y la represión.
La historia de MadyGraf, la imprenta tomada y gestionada por sus trabajadores desde que la patronal Donnelley abandonó el país, es el símbolo perfecto del universo narrativo de Las Manos. En sus canciones no hay metáforas etéreas: hay fábricas, calles, sindicatos, obreros que no ceden. Y allí estarán, una vez más, llevando sus himnos contra el tarifazo y el FMI, como si el tiempo fuera un círculo perfecto y eterno.
Conclusión: Las Manos de Filippi, el eco que no se calla
Hoy, cuando la ministra Bullrich despliega su arsenal represivo y Sturzenegger cree que el rock es una anécdota vintage, Las Manos de Filippi siguen insistiendo en que la música no es decoración ni fondo musical de marketing político: es arma, es memoria, es trinchera.
A 30 años de haber escrito la canción que confundió a un ministro, siguen escribiendo otras nuevas que confundirán a quienes pretendan gobernar sin escuchar. En tiempos donde el humo nubla la realidad, Las Manos de Filippi son ese viento molesto que despeja la niebla y muestra, con crudeza, lo que muchos quieren ocultar.
Porque, como repiten en cada canción: si salimos a la calle, Milei se cae.
Y ellos, fieles a su historia, ya están en la calle.